lunes, 14 de mayo de 2012

Robert Graves

Estoy a la mitad de un libro de Robert Graves: El Conde Belisario, en una edición de Penguin de 1978: cuarenta años después de su publicación. Se trata de una novela histórica estupenda - como todas las de este historiador británico enamorado de Mallorca donde murió cumplidos los 100 años -;todos recordamos sus obras Yo Claudio y Claudio el Dios, y la magnífica versión por entregas que hizo la BBC de las mismas.


La novela transcurre en el imperio bizantino en el siglo VI - época que conocía poco -: Belisario era un general al servicio del emperador Justiniano y de su intrigante y bella esposa, la emperatriz Teodora; estuvo por tanto al mando de las guerras frente a persas, eslavos, bárbaros...; protagonista destacada es sin duda la ciudad de Constantinopla, cruce de caminos entre oriente y occidente, y centro de sabiduría y poder de la época.

La leí porque acabábamos de pasar una semana maravillosa en Estambul. No la había visitado desde hacía unos cuantos años, y he tenido oportunidad de ver el tremendo cambio: la vitalidad, el movimiento incesante de personas y barcos, las ganas de mejorar - la vida en fin -, eran los de las otras estancias anteriores, pero el progreso se ha acelerado. 

La modernidad, por ejemplo: Istanbul Modern, un museo de arte moderno que parece transplantado de Nueva York; los restaurantes, los barrios residenciales: Nistanasi, el del premio nóbel Pamuk, 

Una experiencia diferente: las Islas de los Príncipes, a poco más de una hora en ferry del puente de los Gálatas; tranquilidad, mediterráneo puro, con coches de caballos con ruedas de goma para no hacer ruido..., buen pescado.

Muy interesante el callejeo, las tiendas de antigüedades, las librerías, las iglesias armenias, escuchar la llamada a la oración, el cruce de religiones... Santa Sofía - que aparece mucho en la novela de Graves -: impresionante las dimensiones para la época en que fue construida (siglo VI), los juegos de luz en su interior, la belleza de los mosaicos. La Mezquita Azul, el bullicio del Gran Bazar, los olores del Bazar las Especias, las cisternas, el hipódromo, los puentes sobre el Bósforo...

Os recomiendo tanto leer El Conde Belisario, como volver a visitar Estambul, y hacerlo al revés que yo: primero el libro y luego el viaje.

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