El último número del National Geographic trae un artículo interesantísimo sobre asteroides: me he enterado que uno de ellos, llamado Apofis por el dios egipcio del mal, tiene previsto pasar muy cerca de nuestro planeta el 13 de abril del 2029 (a una distancia de unas 20,000 millas), es decir que si aciertan será visible a simple vista, y que se dará otro inquietante voltio por aquí el domingo de Pascua del año 2036; si llega a chocar contra la Tierra será lo equivalente a la explosión de 40.000 ingenios nucleares. La roca de marras se estima que tiene un diámetro de 400 metros.
En el pasado estos cuerpos celestes han tenido su influencia en la historia de nuestro pequeño planeta; hay evidencia geológica de impactos de gran tamaño: uno crecidito hace dos mil millones de años creó un cráter de 185 millas de ancho en Sudáfrica; se supone que la desaparición de los dinosaurios se debió al impacto de un asteroide de éstos.
Me ha tranquilizado saber que hay equipos eficientes de astrónomos vigilándolos en observatorios repartidos por todo el mundo: cerca de San Diego, en Arizona, en la isla de Maui, en Puerto Rico..., y que la NASA ya está desarrollando alternativas para poder actuar si alguno de ellos supusiera una fuerte amenaza, tal como dispararle una cabeza nuclear en el espacio para modificar su órbita.
Con todo esto me han venido a la cabeza una ensalada de cosas: nuestra pequeñez, si habrá un fin del mundo y cuándo, si influye más el hombre o la naturaleza en los cambios climáticos... Afortunadamente también he vuelto a recordar El Principito de Saint-Exupery en su pequeño gran asteroide denominado B 612 y he aprovechado para volver a leerlo: os aconsejo el asteroide habitado por el hombre de negocios y su relación con la actual crisis financiera.
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